El drama del ser humano, parafraseando a John Updike, es que “el hombre es una mota de polvo consciente de que es una mota de polvo”.
La muerte, nuestra finitud, está ahí, delante de nosotros, y eso es algo que no se lleva bien. Saber de antemano cómo va a acabar el juego, a partir de una edad cuando menos, preocupa. Cuando nos hayamos ido, nuestra huella en este mundo será tan efímera como la de un pez en un estanque. Viéndolo así, entonces, a veces, uno piensa: dios se ha ido…
Sí, se ha ido y ha dejado la portería vacía… y ahora qué hago?
Cuántas veces oí y leí “el poder de la mente”, “la realidad la construyes tú, con tus pensamientos”, y cosas por el estilo… Hay momentos en que nada vale: ni los pensamientos positivos ni el poder de la mente ni construir nada de nada.
Somos una mota de polvo, es así, como cualquiera de esas que parecen empeñarse inexorablemente en querer sepultar los muebles de mi casa, pero además somos conscientes de ello. Me creía un tipo importante, en la cúspide de la creación, y ahora resulta que no soy más que una mota de polvo, ni siquiera un gran montón de polvo, qué va, tan solo una mota, una mota más revoloteando en el espacio infinito…
Sin embargo, a partir de ese pensamiento, apoyados ya firmemente en el fondo, podemos hacernos este fantástico y liberador planteamiento vital: qué tenemos que perder?
Qué tenemos que perder? (Qué tiene que perder una mota de polvo?)
En el maravilloso tema “Me and Bobby McGee", de Kris Kristofferson y F. Foster, llevado a la fama por Janis Joplin en su álbum “Pearl of Janis Joplin”, dice la letra: …”freedom is just another word for nothing left to lose”…
La libertad es solo una palabra más para decir nada que perder.
Cuando sentimos que no tenemos nada que perder somos libres, tal vez por primera vez; de súbito, la vida se hace más amable, el aire más fresco, nuestra carga más ligera. Resulta más fácil sonreír, todo es más sencillo. Cuando no tienes nada, todo es tuyo.
De continuo, la vida nos carga excesivamente de responsabilidades, roles, expectativas, deseos, temores, preocupaciones, obligaciones… A menudo también con las expectativas, frustraciones y deseos de nuestros padres, de nuestra pareja, de nuestros amigos...
Cada cosa que adquirimos, material o inmaterial, es algo más de lo que cuidar, algo más de lo que preocuparnos, algo más que temer perder.
Eso puede ser mucho peso para una simple mota de polvo. Demasiada carga.
Somos una mota de polvo, es cierto, pero puede que esa sea una gran noticia si tomamos conciencia y nos sirve para sentirnos tan ligeros como ella y así poder
flotar, fluir, volar.
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