Letting go podría traducirse por permite que se marche, dejándolo ir, dejar ir… algo así.
Continuamente, a lo largo de la vida tenemos que poner en práctica el dichoso letting go. Es duro admitirlo, pero no hay otra opción. La vida continúa y no tenemos el poder de detenerla a voluntad ni, mucho menos, de volver atrás en el tiempo. Es difícil hacerse a la idea, pero el cambio es la norma imperante en el Universo. Las despedidas, las pérdidas, son una constante y cuanto más nos aferremos, más sufriremos.
Una metáfora ilustradora son los atributos de la juventud. A partir de una edad, más temprana de lo que solemos pensar, empezamos a envejecer. La piel se va arrugando, la masa muscular disminuye, la grasa se acumula con mayor facilidad, la luz de nuestro rostro comienza a languidecer; el espejo ya no es nuestro amigo.
Nada permanece igual ni tan solo por un día.
La única buena noticia es que, si bien es cierto que las pérdidas y las despedidas son constantes, también la corriente trae cosas nuevas a nuestra playa y ahí puede estar la clave: permitir que las cosas vayan y vengan, no aferrarse, no cerrar el puño ni la mente, no permitir que el corazón se endurezca. Aceptar con naturalidad que todo tiene un principio y un final. Mantener los recuerdos vivos, no como una tortura consistente en pasarnos una y otra vez la película de lo que ya no tenemos, de lo que perdimos, sino como el tesoro de nuestra rica experiencia vital que nadie nos podrá arrebatar nunca.
La nostalgia es un lastre. Son arenas movedizas que tienden a inmovilizarnos y a hundirnos. Pero tampoco se trata de olvidar, forzadamente, de borrar de nuestra mente el pasado para que no nos haga daño, de convertirnos en robots insensibles que no se arraigan con nada para no sufrir cuando ya no esté. Es vivir la realidad, lo que es, el presente.
Aquello que pasó, esa persona amada que nos dejó, que ya no está, es también el presente. Los recuerdos, las experiencias pasadas y los pensamientos que nos evoca son también presente. Lo que hay de aquellas vivencias en nosotros, en nuestra forma de ser, es presente. No hay ningún tabú, todo está bien. La vida es ahora, tal cual; pero todo lo que ha existido alguna vez, existe para siempre.
La mente se dedica a comparar, todo el rato; es su forma de funcionar, de ser útil. Es por esas comparaciones por lo que sufrimos. Somos más conscientes de lo que ya no tenemos que de lo que sí tenemos. Por lo general, valoramos las cosas una vez que las hemos perdido.
Entonces nos lamentamos y nos damos cuenta de cuan afortunados éramos. Si no cambiamos nuestra forma de pensar y de actuar, seguiremos esclavos de esa dinámica y nos volverá a ocurrir una y otra vez. Estamos focalizados en la pérdida.
La consigna es estar bien despiertos ahora, en este momento, para aprovechar y disfrutar tanto como sea posible lo que sí que tenemos, lo que aún conservamos y que, con toda seguridad, algún día echaremos de menos.
Se generoso contigo mismo y disfruta lo que es. Letting go.
…”si puedes amontonar todo lo que has ganado
y arriesgarlo todo a un solo lanzamiento,
y perderlo y empezar de nuevo desde el principio
y no decir ni una palabra sobre tu pérdida”... Rudyard Kipling.
Comments