Milan Kundera, en La insoportable levedad del ser:
“El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores”… “El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación.”
Así es; a menudo tenemos la sensación de que nunca estamos lo suficientemente preparados para tomar una decisión importante cuando toca. Las cosas cruciales de nuestra vida, de las que dependerá luego gran parte de nuestra felicidad o de nuestra desgracia, se nos presentan cuando aún no sabemos lo suficiente, cuando no somos todavía lo bastante conscientes, cuando no tenemos forma de saber qué nos conviene o qué no… y tampoco lo sabremos nunca porque no podremos comparar el resultado con ningún otro.
Por lo general, ni siquiera sospechamos en ese momento que lo que estamos a punto de elegir, de decidir, es importante, trascendente, y definirá el siguiente escenario donde se desarrollará nuestra vida y que esa elección excluye otras muchas posibilidades, tal vez mejores.
El juego es así de endiablado: no conocemos las reglas, no podemos comparar con nada y no podemos tomar notas para jugar mejor la partida en sucesivos juegos: o bien no hay más juegos o bien, si los hay, no tendremos conciencia de haber jugado antes.
Y sí, podemos atender consejos bienintencionados de personas con mayor experiencia, con más conocimientos, pero, en verdad, por mucho que nos quieran, qué saben ellos de nuestra persona, de nuestro mundo, cómo podrían saber lo que nos conviene, lo que nos hará más o menos felices pasados los años? Las circunstancias y las personas nunca son iguales, ni siquiera parecidas… Si hay algo peor que equivocarse debe de ser equivocarse siguiendo los consejos de otro.
Así las cosas, sólo queda intentar andar muy despierto para poder ver todas las opciones posibles y sus efectos algo más allá del corto plazo, no precipitarse a la hora de decidir y elegir con la cabeza y con el corazón, con los dos a la vez, en consenso; pero por encima de todas las cosas, lo más importante, no echar nunca la mirada atrás hacia el cruce de caminos pasado, no intentar comparar, no pensar jamás en “lo que podría haber sido”. Elegida una alternativa, adelante con ella. Eso no significa no aprender de la experiencia; pero no hay errores, sólo información.
A cada instante, con todo lo bueno y lo malo, con sus alegrías y con sus miserias, tanto si cambiamos de súbito 180 grados como si no cambiamos nada, esta vida que llevamos es la mejor de las posibles porque es la única que existe.
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